viernes, 31 de diciembre de 2010

¿POR QUÉ OBEDECER A MIS PADRES?


Deuteronomio 5:16; Colosenses 3:20; Efesios 6:1

5:16“Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da” 3:20 “Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo” 6:1“Hijos, obedezcan a sus padres, porque esto agrada al Señor”

Llevarse bien con los padres es para muchos muy difícil. Tiene que ver mucho el carácter de los padres y el carácter mismo de los hijos. Muchos ven a los padres como anticuados, como personas de otro mundo que no saben de los gustos e intereses de los hijos. Los ven exigentes, autoritarios, serios y en algunos casos, como difíciles de tratar.

A pesar de cómo los veamos, ellos tienen muchísimas razones para ser como son. Las obligaciones y responsabilidades que ellos tienen para con los jóvenes y para con ellos mismos es especial.

Tienen que manejar una serie de preocupaciones, una serie de actividades. Tienen que manejar diferentes presiones,… muchísimas cosas. Muchas veces son “demasiado exigentes”. Piden mucho, me comentó cierta vez un joven. Otro me dijo: “Ellos como que no han sido jóvenes”. Los comentarios vienen y van. A pesar de ello, tienen experiencia, tienen sabiduría, tienen conocimientos, prudencia y otra serie de virtudes que los jóvenes no ven y que sólo el tiempo, así como a los padres, les podrá dar.

Dios pide obediencia y respeto para ellos. Además, es el primer mandamiento del Señor que tiene promesa. Dios no es hombre ni hijo de hombre para arrepentirse de lo que promete. Él ha dicho que te alargará los días y te prosperará en lo que hagas con sólo que seas obediente y respetuoso.

Si crees que cuesta, acércate a Dios en oración y pide que te ayude en tu relación con ellos. No dejes pasar la bendición de Dios para toda tu vida sólo por no llevarte bien con ellos. Este mes hablamos de los hijos. Dentro de poco, si Dios lo permite, hablaremos de la relación que deben tener los padres para con los hijos.

jueves, 30 de diciembre de 2010

EL REY EZEQUÍAS


(2º Reyes 18:5-7)

5“En Jehová, Dios de Israel, puso su esperanza. Entre todos los reyes de Judá, no hubo otro como él antes ni después, 6 pues siguió a Jehová y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. 7 Jehová estaba con él y a donde quiera que iba, Ezequías prosperaba”.

El ser humano no es perfecto; sin embargo, el rey Ezequías puso su corazón y su esperanza en el Señor. ¡Nada más! Debido a ello, Dios lo prosperó en cuanta cosa él tuvo en mente. No sólo lo bendijo a él, también bendijo al pueblo que gobernaba, el reino de Judá. En la actualidad, Dios puede hacer lo mismo, pero necesitamos tomar el ejemplo de este rey, poner nuestra esperanza en Dios antes que en otras cosas o en otras personas.

Ezequías fue bendecido y no sólo él, también su pueblo. Pongamos nuestra confianza en el Señor, creamos a sus promesas, leamos su Biblia todos los días y acerquémonos en oración y verás con tus propios ojos como eres bendecido. También, fue invadido por el poderoso Imperio Asirio que había tomado toda Palestina, desde el gran río Éufrates hasta las fronteras de Egipto.

A pesar de la pequeñez del Reino de Judá, como puede ver en el mapa, fue el único reino que no cayó en manos de este invasor, ya que Ezequías confió en el Señor. Tuvo miedo, pero su confianza, a pesar de ello, estaba en el Dios Eterno. Como ser humano le costó, como a nosotros hoy día, confiar, pero lo hizo.

El invasor fue humillado delante de Ezequías y del pueblo. La Biblia narra que fue un ángel mandado por el Señor el que mató a 185,000 invasores en una noche. La historia secular describe que una peste los mató. ¿Cuál es la coincidencia entre ambas fuentes? ¡En una sola noche! Lea la historia completa en tu Biblia y date cuenta de lo que Dios es capaz de hacer por aquellos en quien en Él confían y esperan.

PENSAMIENTOS MATEMÁTICOS DE DIOS


Johannes Kepler (1571 – 1630), matemático y astrónomo alemán declaró en cierta ocasión:“Las leyes de la naturaleza son sólo pensamientos matemáticos de Dios”. Esta declaración se cumple en la forma como Dios ha distanciado a los planetas del Sol.

Las distancias que separan a los planetas del Sol se miden, en la tabla de abajo, en unidades astronómicas. Una unidad astronómica (u.a.) equivale a un aproximado de 150 millones de kilómetros, que es la distancia de la Tierra al Sol.

En 1772, el astrónomo alemán J. E. Bode difundió una ley enunciada 6 años antes por su colega, también alemán, J. V. Titius y conocida actualmente Ley de Bode-Titius. Su formulación es la siguiente: escríbase la sucesión geométrica 0, 3, 6, 12, 24, 48,…; súmese 4 a cada uno de los términos y divídase el resultado por 10. La sucesión geométrica que se obtiene es 0.4; 0.7; 1.0; 1.5; 2.8; 5.2;… Al hacerlo, coinciden con las distancias de los planetas al Sol.



En la tabla anterior, hay un hueco en relación a los planetas. A 2.8 u. a. no se conocía ningún planeta en esa época. Este hecho llevó a una búsqueda sistemática de un nuevo astro que resultó infructuosa. Sin embargo, el uno de enero de 1801, el astrónomo italiano Piazzi descubrió accidentalmente un cuerpo desconocido al que llamó Ceres, a 2.3 u. a. cuerpo que describió como el planeta ausente. Para el año siguiente, Olbers descubrió a Pallas. En 1804, Harding encontró a Juno y en 1807 de nuevo, Olbers descubrió a Vesta.

Existe una hipótesis que indica que estos cuerpos son restos de algún antiguo planeta, destruido de forma desconocida en los albores de la creación. Todo este conjunto de cuerpos orbitan entre Marte y Júpiter a una distancia media del Sol de 2.8 u. a. exactamente de acuerdo a la Ley matemática de Bode-Titius. Esos cuerpos se reconocen como el cinturón de asteroides. De acuerdo a Albert Einstein, Dios no juega a los dados. Dios no ha dejado nada al azar. Las distancias de los planetas en relación al Sol, expresan perfección en la obra de nuestro Creador. El salmista dijo muy sabiamente: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. (Salmos 19:1)