Johannes Kepler (1571 – 1630), matemático y astrónomo alemán declaró en cierta ocasión:“Las leyes de la naturaleza son sólo pensamientos matemáticos de Dios”. Esta declaración se cumple en la forma como Dios ha distanciado a los planetas del Sol.
Las distancias que separan a los planetas del Sol se miden, en la tabla de abajo, en unidades astronómicas. Una unidad astronómica (u.a.) equivale a un aproximado de 150 millones de kilómetros, que es la distancia de la Tierra al Sol.
En 1772, el astrónomo alemán J. E. Bode difundió una ley enunciada 6 años antes por su colega, también alemán, J. V. Titius y conocida actualmente Ley de Bode-Titius. Su formulación es la siguiente: escríbase la sucesión geométrica 0, 3, 6, 12, 24, 48,…; súmese 4 a cada uno de los términos y divídase el resultado por 10. La sucesión geométrica que se obtiene es 0.4; 0.7; 1.0; 1.5; 2.8; 5.2;… Al hacerlo, coinciden con las distancias de los planetas al Sol.
En la tabla anterior, hay un hueco en relación a los planetas. A 2.8 u. a. no se conocía ningún planeta en esa época. Este hecho llevó a una búsqueda sistemática de un nuevo astro que resultó infructuosa. Sin embargo, el uno de enero de 1801, el astrónomo italiano Piazzi descubrió accidentalmente un cuerpo desconocido al que llamó Ceres, a 2.3 u. a. cuerpo que describió como el planeta ausente. Para el año siguiente, Olbers descubrió a Pallas. En 1804, Harding encontró a Juno y en 1807 de nuevo, Olbers descubrió a Vesta.
Existe una hipótesis que indica que estos cuerpos son restos de algún antiguo planeta, destruido de forma desconocida en los albores de la creación. Todo este conjunto de cuerpos orbitan entre Marte y Júpiter a una distancia media del Sol de 2.8 u. a. exactamente de acuerdo a la Ley matemática de Bode-Titius. Esos cuerpos se reconocen como el cinturón de asteroides. De acuerdo a Albert Einstein, Dios no juega a los dados. Dios no ha dejado nada al azar. Las distancias de los planetas en relación al Sol, expresan perfección en la obra de nuestro Creador. El salmista dijo muy sabiamente: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. (Salmos 19:1)
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